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CAMPAÑA LIBERTADORA




VIDA Y HECHOS DE BOLIVAR, HASTA JAMAICA

 

Un hombre extraordinario que admiran y admirarán los siglos, vino a romper las cadenas del despotismo: el Libertador Simon Bolivar.

 

Bolivar nació en Caracas el 24 de julio de 1783. Su padre, don Juan Vicente, descendía de noble y rica familia española, y la madre, doña Concepción Palacios, era de la pura cepa caraqueña. Quedó huérfano de padre a los tres años de edad y de madre a los nueve. Los biógrafos lo han pintado como un chicuelo delgaducho, nervioso, pecoso, de pelo castaño, ojos vivos y oscuros y narigón. Y agregan que era inquieto, imperioso, mandón. Entre sus maestros principales se contaron el sabio don Andres Bello y don Simon Rodríguez. Bolivar quiso mucho al maestro Rodriguez y dijo que él era quien le había abierto el corazón para lo grande y para lo bello.

 

A la edad de 16 años fue enviado a continuar estudios en Madrid. Dotado de clara inteligencia adelantó notablemente en el conocimiento de las matemáticas, de los idiomas, de la historia y leyó sin cansancio obras científicas y literarias. Muy joven, pues apenas tenía 19 años, contrajo matrimonio con Maria Teresa del Toro, sobrina del marqués del Toro, y de inmediato se embarcó rumbo a Caracas. Se dedicó a la administración de sus haciendas y a llevar vida hogareña, pero a los 10 meses de casados murió la esposa. Viudo antes de cumplir 20 años, juró no volver a casarse. La temprana muerte de Maria Teresa, dijo Bolivar, influyó definitivamente sobre su suerte, pues lo impulsó a seguir la carrera de las armas.

 

Decidió volver a Europa y allí encontró a su viejo maestro don Simon Rodríguez. Viajó con él por toda Italia y una tarde del año de 1805, desde el Monte Sacro, a la vista de Roma, pronunció el famoso juramento: Juro delante de usted, le dijo a don Simon; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mis brazos, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.

 

De nuevo en Venezuela, por un lado atendía a sus negocios y por otros, participaba de las actividades revolucionarias. Triunfante la Junta Suprema de Caracas el 19 de abril de 1810, Bolivar fue enviado en comisión diplomatica a Londres. Como no lograse obtener recursos para la independencia, que tal era el motivo de la comisión, resolvió regresar.

 

Antes de embarcarse invitó al viejo luchador de la libertad, don Francisco de Miranda, a que viniese a dirigir los ejércitos. Pensaba Bolivar que la sola presencia del gran General era suficiente para levantas los animos. El precursor aceptó y prometió volver oportunamente. Y juntos se enfrentaron a la lucha en el año de 1812.

 

Este año de 1812 fue fatal para Venezuela. Primero porque el 26 de marzo ocurrió un espantoso terremoto que costó más de 20.000 vidas y que dejó en ruinas a Caracas y a otras ciudades. La terrible catástrofe no solo causó pérdidas materiales inmensas sino que sembró el horror y el desaliento entre los sobrevivientes, puesto que los fanáticos realitas les hicieron creer que se trataba de un castigo del cielo. Segundo, porque Bolivar, encargado por Miranda de guardar la importante plaza de Puerto Cabello, fue traicionado por sus mismos compañeros y obligado a entregarla a los españoles. Y tercero, porque Miranda, desalentado de luchar, en el momento más triste y grave de su vida, celebró con el jefe realista Domingo Monteverde un convenio o armisticio, mediante el cual suspendía la guerra y entregaba la causa de la libertad. A los gritos de “nos vendieron a Monteverde”, los patriotas declararon traidor al Precursor de los Precursores y, según vimos en capítulo anterior, lo entregaron a sus enemigos. Bolivar obtuvo pasaporte para salir del país. En la isla de Curazao le fue decomisado el equipaje y se le notificó que sus ricas propiedades en Venezuela le habían sido embargadas por revolucionario. Sin medio alguno para alimentar su vida, como le escribió a un amigo, el futuro Libertador se embarcó para Cartagena.

 

 

 

 

BOLIVAR EN NUESTRA PATRIA

 

Bolivar Pisó por primera vez nuestras tierras a fines de 1812, en Cartagena. En esta ciudad empezó su verdadera carrera de Libertador de America. El mismo lo reconoció, cuando dijo: Si Caracas me dio vida, vosotros me disteis la gloria: con vosotros comencé la libertad de Colombia. Algún día Colombia os dirá: Salve Cartagena redentora.

 

En Cartagena Bolivar fue puesto bajo las órdenes del francés Pedro Labatut. Labatut quería que permaneciese inactivo, sin atacar. Pero no pudo resistir a la tentación de arrojar a los españoles y, contrariando las órdenes de aquel, ocupó a Tenerife, a Mompos y al Banco y llegó victorioso hasta los valles de Cucuta. Quedaba así el bajo Magdalena libre de la dominación realista. Esta campaña rapidísima, de 20 días, dio a Bolívar inmenso prestigio. Hasta el punto de que el Congreso de las Provincias Unidas, presidido por Camilo Torres, y el Gobierno de Cundinamarca, por orden de Antonio Nariño, le dieron auxilios y soldados para emprender la liberación de su patria venezolana.

 

 

LA CAMPAÑA DE VENEZUELA

 

Con un ejército de más de 500 granadinos, Bolivar inició la campaña de los años de 1813 y 1814. Aterrado por las atrocidades que los españoles venían cometiendo contra los patriotas, lanzó en la ciudad de Trujillo el decreto de la guerra a muerte. “Contad con la muerte, les advirtió, si no obráis activamente en obsequio de la libertad americana”. Obtuvo varias victorias, entre ellas la del Barbula, en donde se inmortalizó el héroe antioqueño Atanasio Girardot. Este, al clavar la bandera en la cumbre fue muerto por las balas contrarias. Bolívar dispuso que su corazón fuese llevado en desfile triunfal hasta Caracas y lo declaró el primer bienhechor de la Patria.

 

Al llegar a Caracas Bolívar recibió el título de Libertador, “más glorioso y satisfactorio, según lo dijo, que el cetro de todos los imperios de la tierra”.

 

En marzo de 1814 venció al temible Jose Tomás Boves en San Mateo. En esta acción se sacrificó por la libertad, en forma sublime, Antonio Ricaurte, natural de la Villa de Leiva, en la Nueva Granada. Encargado de defender las armas, al ver que iban a caer en manos enemigas prendió fuego a un barril de pólvora. Por todos los ámbitos, dice un historiador, retumbó el estallido, los asaltantes quedaron sepultados entre los escombros y en una columna de humo y de fuego subió a las regiones de la inmortalidad del nombre del heroe.

 

Luego vinieron varias derrotas y el Libertador, perseguido por los españoles, abandonado por las tropas, buscó refugio de nuevo en nuestra Patria. En Tunja lo acogió don Camilo Torres con hermosas palabras que más tarde se cumplieron al pie de la letra: “Libertador, le dijo: vuestra Patria no ha muerto, mientras exista vuestra espada. Con ella volveréis a rescatarla del dominio de sus opresores. El Congreso Granadino os dará su protección, porque está satisfecho de vuestro proceder. Habéis sido un militar desgraciado, pero sois un grande hombre.

 

Pese a que los peligros amenazaban, los patriotas una vez más se entregaron a las disputas entre ellos mismos. Bolivar recibió del Congreso de Tunja la orden de someter a Cundinamarca y en un asalto rápido y ágil dominó a Santafe de Bogotá y de nuevo implantó la paz entre federalistas y centralistas. Fue comisionado luego para someter a Santa Marta, que estaba en poder de los españoles y como para ello necesitase los recursos de Cartagena, los solicitó y le fueron negados. Resolvió, ante la grave situación, obtenerlos por la fuerza y puso sitio a Cartagena. En éstas se encontraba cuando tuvo noticia de que la expedición de Morillo se acercaba en forma veloz. El Libertador nada podía hacer ya. Debía evitar el escándalo de que los pacificadores lo encontrasen enfrentado en una guerra entre hermanos y en efecto renunció al mando de las tropas y se embarcó hacia la isla de Jamaica.

 

 

 

BOLIVAR EN JAMAICA

 

 

Completamente desilusionado, Bolivar llegó a Jamaica a mediados de 1815. Yo lo abandoné todo, dijo años más tarde, por la salud de la Patria: voluntariamente adopté un destierro que pudo ser saludable a la Nueva Granada y también a Venezuela. La Providencia ya había decretado la ruina de estas desgraciadas regiones y les mandó a Morillo con un ejército exterminador. Yo busqué asilo en una isla extranjera y fui a Jamaica solo, sin recursos y casi sin esperanzas.

 

En Kingston, la capital de Jamaica, estuvo a punto de ser asesinado por un negro que había sido sirviente suyo y a quien los enemigos compraron para que lo apuñalase. Escapó milagrosamente, pues el negro cosió a puñaladas a un amigo de Bolivar que se hallaba recostado en su hamaca, en la creencia de que era el Libertador.

 

El 6 de septiembre de ese año de 1815 dio a conocer la Carta de Jamaica, que es un extenso documento en el cual Bolívar se refiere al presente de América, al éxito que tendrá la lucha contra España y al porvenir que se le espera a las diversas naciones. Se le ha llamado la Carta Profética porque casi todo lo que allí dijo se ha cumplido y se está cumpliendo. Con razón dijo Fernando Gonzalez que en la Carta de Jamaica, Bolívar soñó para diez siglos.

 

 

EXPEDICION DE LOS CAYOS

 

 

Perdidas Venezuela y la Nueva Granada en manos de Morillo, escribe Bolivar, todavía me atreví a pensar en expulsar a sus tiranos. La isla de Haiti me recibió con hospitalidad; el magnánimo presiente Alejandro Petion me prestó su protección, y bajo sus auspicios formé una expedición de 300 hombres… En verdad, Alejandro Petion proporcionó a Bolivar hombres, embarcaciones, dinero y armas para una nueva expedición sobre Venezuela que tomó el nombre de los Cayos, por haberse organizado en los Cayos de San Luis, en Haiti. Al desembarcar en la isla de Margarita fue nombrado Jefe Supremo, pero algunos oficiales desconocieron su autoridad y Bolivar se vio obligado a regresar a Haití. Pronto se dieron cuenta de que era necesario contar con un jefe enérgico y resuelto y enviaron a Francisco Antonio Zea a suplicar al Libertador que regresase. Así lo hizo y durante los años de 1817 y 1818 luchó infatigablemente contra Morillo. Sus soldados llaneros, montados en potros cerreros, sin silla, armados de lanzas temibles, combatían de día y de noche. El plan de Bolívar consistía en llevar sus tropas hasta la propia capital, Caracas. Su grito de combate fue: ¡A Caracas! ¡A Caracas! Pero la suerte no favorecía a las armas patriotas y, convencido el Libertador de que era inútil seguir en esa forma, meditó y planeó la campaña de 1819, que selló la libertad de nuestra Patria y abrió el camino para la independencia absoluta de Venezuela.

 

 

ORGANIZACION DEL EJERCITO LIBERTADOR

 

Desde Angostura, hoy Ciudad Bolivar, en Venezuela, el Libertador anunció la campaña de 1819. El día de la América ha llegado, dijo a los granadinos, y ningún poder humano puede retardar el curso de la naturaleza guiado por la mano de la Providencia. Reunid vuestros esfuerzos a los de vuestros hermanos: Venezuela conmigo marcha a libertaros, como vosotros en los años pasados libertasteis a Venezuela.

 

Dos hombres fueron el brazo derecho de Bolivar, para preparar el ejército que nos dio la libertad: Francisco de Paula Santander y Jose Antonio Páez.

MARCHA DEL EJERCITO LIBERTADOR

 

Ya vimos que el Libertador desanimado de luchar contra Morillo en Venezuela, sin esperanzas de derrotarlo, resolvió hacer marchar sus tropas hacia la Nueva Granada. Su plan era perfecto y solamente lo conocían los Generales más importantes: Paez y Santander reunirían sus tropas y se dispondrían a invadir el país. Como era época de crudísimo invierno y los Llanos se convertían en verdaderos lagos, los españoles, desconocedores de tan inmensa y peligrosa región, no se atreverían a seguirlos. Una vez cruzados los Llanos, atravesarían la cordillera y por el punto más solitario y abandonado y le caerían inesperadamente al jefe del ejército enemigo, Coronel Jose Barreiro.

 

La marcha de los patriotas por los Llanos, mal vestidos, mal alimentados, fue terrible. Las lluvias, dice un historiador, caían a torrentes y constantemente; los riachuelos, apenas visibles en la época del verano, se habían convertido en ríos navegables que inundaban las sabanas. Durante una semana caminó el soldado con el agua a la cintura, acampando al raso en los sitos que las aguas no cubrían; en botes de cuero se navegaba en los rios, ya para que las armas no se humedeciesen, ya para que pasaran los que no sabían nadar; y bajo aquel cielo inclemente una frazada era el abrigo con que el soldado protegía con mayor cuidado el fusil y las municiones que su propio cuerpo.

 

En una choza arruinada, a orillas del río Apure, sentados sobre calaveras de reses, Bolívar y los altos jefes, Santander, Jose Antonio Anzoategui, Carlos Soublette y Jaime Rook, convinieron las bases definitivas. Faltaba la etapa más difícil, el paso más arriesgado: atravesar la inmensa cordillera de los andes.

 

 

EL PASO DE LOS ANDES

 

Había cinco caminos para llegar a Bogota. Pero como ya lo estudiamos, Bolivar pensaba llegar por el más desconocido, con el objeto de sorprender a Barreiro. Por esta razón escogió el del Paramo de Pisba, a 4.000 metros de altura. Alguien le observó que por allí apenas podría andar una cabra. El Libertador respondió: ¡Por donde pasa una cabra, puede pasar un ejercito! e inició el ascenso de aquellas montañas gigantescas, salvando precipicios, por entre rocas escarpadas, en compañía de 2.500 soldados.

 

El paso del ejército libertador por el Paramo de Pisba ha sido considerado como una de las hazañas más grandes de la historia universal, en todos los tiempos. Bolivar creyó que la marcha por los Llanos durante un mes, venciendo obstáculos que se redoblaban a cada momento, fuese la principal dificultad. Pero quedó asombrado al escalar las montañas y al sufrir los rigores de un clima insoportable. Esto es increíble para quien no lo palpa, escribió a sus amigos de Angostura.

 

El edecán del Libertador, general Daniel Florencio O’Leary, dejó la más impresionante relación: “Los llaneros, dice, contemplaban con asombro y espanto las estupendas alturas, y se admiraban de que existiese un país tan diferente al suyo. A medida que subían y a cada montaña que trepaban, crecía más y más su sorpresa; porque lo que habían tenido por última cima no era sino el principio de otra y otras más elevadas, desde cuyas cumbres divisaban montes cuyos picos parecían perderse entre las brumas del firmamento. Hombres acostumbrados en sus pampas a atravesar ríos torrentosos, a domar caballos salvajes y a vender cuerpo a cuerpo al toro bravío, al cocodrilo y al tigre, se atemorizaban ahora ante el aspecto de esta naturaleza extraña. Las mulas que conducían las municiones y armas caían bajo el peso de la carga; pocos caballos sobrevivieron a los cinco días de marcha, y los que quedaban muertos obstruían el camino y aumentaban las dificultades de la retaguardia. Llovía día y noche incesantemente, y el frío aumentaba a medida que se ascendía. Un sinnúmero de dificultades parecía sumarse para destruir las esperanzas de Bolivar, que era el único a quien se veía firme, en medio de contratiempos tales que el menor de ellos habría bastado para desanimar un corazón menos grande. Reanimaba las tropas con su presencia y con su ejemplo, hablábales de la gloria que les esperaba y de la abundancia del país que marchaban a libertar. Los soldados le oían con placer y redoblaban sus esfuerzos”.

 

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