CAUSAS DE LA INDEPENDENCIA
CAUSAS DE LA INDEPENDENCIA
En vísperas del 20 de julio de 1810 afirmaban las cabezas pensantes de la revolucion que la independencia era ya una fruta madura, que se caía por su propio peso. Y don Camilo Torres agregaba que sólo hacía falta “poner el cascabel al gato”, es decir, prender la chispa, provocar el incendio. Esto nos da a entender que la revolución no fue repentina, improvisada, sino que, al estilo de los grandes movimientos de la historia universal, tuvo una larga preparación y fue el resultado de causas claramente establecidas. Tales causas fueron de orden interno, cuando obedecieron a manifestaciones y brotes de nuestra misma patria, y de orden externo, cuando se presentaron fuera de ella.
CAUSAS INTERNAS
La Revolucion de los Comuneros
Inglaterra declaró la guerra a España y este hecho se hizo sentir fuertemente en la Nueva Granada. Porque para atender a los cuantiosos gastos, el gobierno de la Real Audiencia creó nuevos impuestos o tributos que vinieron a hacer insoportable la situación económica del pueblo. Fuera de varios de menor importancia, los impuestos más pesados, llegaban a 29. Con razón se decía que el regimen español descargaba su mano dura contra las gentes de la Colonia desde el mismo bautismo. Les seguía en su casamiento, les perseguía hasta el entierro, y les seguía cobrando, más allá de la tumba. Todo estaba gravado: el capital y la renta, la industria y la agricultura, la vida y la muerte, el pan y el hambre, las alegrías y las penas. Semejante explotacion fue creando un profundo malestar, fue ahondando la diferencia entre los peninsulares llamados chapetones y los sufridos criollos que ya no podían con tan pesada carga.
Pero lo más irritante, lo más ofensivo era el modo como se cobraban los tributos por parte del regente visitador don Juan Francisco Gutierrez de Piñeres y sus empleados, los guardas de rentas.
Según un testigo, atropellaban a las personas, arruinaban cuanto se les presentaba a su paso, violaban los hogares y ni aún los sagrarios estaban libres de su registro.
De esta suerte se fue formando en todo el virreinato un fermento de protesta, de mala voluntad, que vino a estallar el 16 de marzo de 1781 en la ciudad del Socorro y que se propagó como pólvora a otras poblaciones vecinas, pertenecientes al actual departamento de Santander del Sur. Era día de mercado público y no menos de 2.000 personas se congregaron ante el despacho del Alcalde, en la plaza principal, para leer la interminable lista de lo que debían pagar. A los gritos de “¡Viva el Rey! abajo el mal gobierno! “, prometieron abstenerse de todo pago. Una “viejecilla” de nombre Manuela Beltran, rompió el escudo real, hizo pedazos la tabla de los impuestos convidó el pueblo a la revuelta. El Socorro se convirtió en cabeza del levantamiento de los Comuneros y su nombre se propagó como símbolo de la Libertad por todos los rincones del Nuevo Reino.
Juan Francisco Berbeo fue escogido como Generalisimo de los rebeldes. Con otros tres jefes formó una junta llamada el Común, y de allí el nombre de Comuneros. A órdenes de Berbeo salieron hacia Santafe de Bogotá cerca de 6.000 hombres. En el camino, como brotados de la tierra, se les unieron otros 14.000. Ni en los tiempos de la independencia se vio un ejército tan numeroso y dispuesto a la lucha. Iban armados de garrotes, de hondas, de machetes, de lanzas de macana y de hierro. De la capital fue enviado el Oidor don Jose Osorio con una reducida tropa que fue derrotada en el Puente Real de Velez. Ante este fracaso, la Real Audiencia comisionó al arzobispo Antonio Caballero y Gongora, al Oidor Joaquin Vasco y al alcalde Eustaquio Galavis para que, ante la imposibilidad de enfrentarse a tan temible multitud, buscasen la manera de llegar a un acuerdo. En el mortiño, cerca de Zipaquirá, se firmaron solemnemente las Capitulaciones.
Tan bellas promesas no fueron cumplidas por el virrey Manuel Antonio Florez y el regente visitador. Dispersos los Comuneros, traicionados, no volvieron a levantar las armas. El prócer y mártir Jose Antonio Galan, trató en vano de revivir el entusiasmo. Fue ahorcado en Santafe, en compañía de Isidro Molina, Lorenzo Alcantuz y Manuel Ortiz. Contra Galan se dictó la más cruel de las sentencias: “Condenamos a Galan a que sea sacado de la carcel, arrastrado y llevado al lugar del suplicio donde sea puesto en la horca hasta que naturalmente muera; que bajado se le corte la cabeza, se divida su cuerpo en cuatro partes, y pasado el resto por las llamas. Su cabeza será conducida a Guaduas, teatro de sus escandalosos insultos; la mano derecha puesta en la plaza del Socorro; la izquierda en la Villa de San Gil; el pie derecho en Charala, lugar de su nacimiento; y el pie izquierdo en el lugar de Mogotes; declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al Real Fisco; asolada su casa y sembrada de sal, para que de esta manera se de al olvido su infame nombre, y acabe con tan vil persona, tan detestable memoria, sin que quede otra que la del odio y espanto que inspira la fealdad de su delito”.
José Antonio Galán (Charalá , Santander (Colombia); ca. 1749 – † Santafé de Bogotá (Id.); 1 de febrero de 1782), fue un prócer colombiano del siglo XVIII, sentenciado y muerto por participar en la Insurrección de los comuneros.
"En el nombre de Dios de mis mayores y de la libertad. Ni un paso atrás, siempre adelante, y lo que fuere menester...sea!"
José Antonio Galán, en su juramento
Vida anterior a 1781
José Antonio Galán es una figura reconocida en la historia Colombiana, debido a la manera como fue ejecutado por las autoridades españolas y a que su memoria se ha perpetuado como símbolo de la lucha de los grupos sociales más fuertes de la sociedad Colombiana y gran defensor de las etnias indígenas.
Nació en Charalá, un pueblo tabacalero de la provincia de Guanenta, en el actual departamento de Santander. Su origen era humilde, hijo de don Martín Galán, español pobre que anduvo errando por las tierras colombianas, de ascendencia gallega Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia
hasta que contrajo matrimonio con una campesina llamada Paula Francisca Perro. Galán sólo aprendió a firmar. Casi toda su vida la dedicó a trabajar como jornalero, pero no llegó a poseer tierra propia. Es poco lo que se conoce de la vida de Galán antes de 1754; tan sólo que se casó y que fue condenado por las autoridades a pagar el servicio militar en el Regimiento Fijo de Cartagena . Por el trabajo en las tabacaleras valoraba el trabajo en equipo y los resultados colectivos y no individualistas, llego a distribuir tareas con base en cualidades de las personas, las cuales conocia con el dialogo y la confianza en el otro
Antonio Nariño y los Derechos del Hombre: su traduccion y divulgacion
Don Antonio Nariño ha sido llamado con justicia el Precursor de nuestra Independencia porque fue el primero que habló franca y directamente de la libertad de la Patria. Porque soñó, antes que nadie, con una nacionalidad soberana, libre y democrática. Nació en Santafé de Bogota, en 1765. Hijo de un culto español y de una distinguida dama santafereña, se preparó para la larga y penosa lucha en la biblioteca de su padre. A la edad de 24 años fue Alcalde de la capital y luego Tesorero de Diezmos. Introdujo al país una imprenta, a la que bautizó con el nombre de “La Patriotica”. En su amplia y rica casa fundó una tertulia a la que asistían los hombres más notables de su tiempo. Tanto a Nariño como a sus compañeros les seducía discutir sobre política y literatura. Y como deseaban para la Patria un gran cambio, leían y comentaban apasionadamente lo relacionado con la Revolucion Francesa. Encontraban hermosas y dignas de implantarse en nuestro ambiente las palabras “Libertad, igualdad, fraternidad”, que habían servido de base para la transformación lograda en aquel histórico movimiento. De repente en un libro escrito en francés, encuentra Nariño los 17 artículos de Los Derechos del Hombre y del Ciudadano con que la Revolucion Francesa había derrumbado el poder absoluto de los reyes y abierto una nueva era para toda la humanidad. Se encerró en su habitación, los tradujo e imprimió, creyendo como él mismo lo dice: “no obrar mal, puesto que hacía otro tanto para leer la Sagrada Biblia”.
Corría el año de 1794. Denunciado ante las autoridades por haber traducido, impreso y repartido algunas copias de los Derechos del Hombre, Nariño fue condenado a diez años de prisión en el Africa, a la pérdida de todos sus bienes y al destierro de por vida de la Nueva Granada. De potentado pasaba a mendigo. Aunque al desembarcar en Cadiz logró escapar, éste fue el comienzo de una cadena de martirios que acompañó a aquel hombre hasta el sepulcro. De Cadiz pasó a Francia en donde vivió algún tiempo; pasó luego a Inglaterra, en donde trabajó intensamente a favor de la libertad de nuestro país. De allí regresó disfrazado de fraile. Posteriormente se presentó al Virrey, por intermedio del Arzobispo de Bogota y se le concedió la ciudad por cárcel. En 1.810 fue hecho nuevamente prisionero y remitido a Cartagena, en donde le sorprendió el movimiento del 20 de julio.
Después del grito de “Independencia”, Nariño ocupó el cargo de Presidente del Estado de Cundinamarca en 1.811 y 1.813. En este año hizo dejación de la presidencia y dirigió personalmente una campaña contra los españoles en el sur del país, durante la cual, después de numerosos éxitos militares, sufrió un desastre en la ciudad de Pasto y fue hecho prisionero en 1814.
Fue enviado a Cadiz y allí permaneció hasta el año de 1820. Regresó en 1.821. Fue miembro del Congreso de Cucuta, pero cansado y enfermo se retiró a la Villa de Leiva donde murió en diciembre de 1823.
El sabio español Jose Celestino Mutis
Llegó al país como médico del Virrey don Pedro Messia de la Zerda. Era además físico, quimico, matematico, geografo, astronomo y botanico. En su madurez recibió las órdenes sagradas y fue un sacerdote virtuoso y ejemplar. Por espacio de 20 años se dedicó al estudio de nuestras inmensas riquezas naturales. Apoyado por el Arzobispo-Virrey Caballero y Gongora y con la aprobación del Rey Carlos III, estableció la Real Expedicion Botanica que, como acontecimiento científico, fue motivo de admiración universal y atracción para el Baron de Humboldt, quien en sus exploraciones por América viajó hasta Santafe de Bogota con el fin de conocer de cerca la obra grandiosa de Mutis y de sus colaboradores.
La expedicion Botanica funcionó primero en Mariquita y después en la capital. Se le debe el descubrimiento y la clasificación de gran número de plantas útiles para la salud y para la industria. Como resultado quedó una obra bellisima titulada “Flora de la Real Expedicion Botanica del Nuevo Reino de Granada”. Desde 1954 se viene publicando en Madrid, de acuerdo con el gobierno de Colombia. Han salido hasta la fecha tres volúmenes hermosamente ilustrados a pleno color y se cree que la colección completa comprenderá 50.
Los principales colaboradores de Mutis fueron: el presbítero Eloy Valenzuela, primer subdirector; Francisco Antonio Zea, segundo subdirector; Francisco Jose de Caldas, apellidado el Sabio y quien, para hacerse merecedor a pertenecer a la institución, preparó 16 cargas de materiales científicos; Sinforoso Mutis, sobrino del Director, etc. En la pintura de las láminas trabajaron 40 artistas, entre los cuales sobresalió el granadino Francisco Javier Matiz, llamado por Humbolt “el mejor pintor de flores del mundo”.
A la muerte de Mutis, las labores de la Expedición Botanica decayeron notablemente. El Pacificador don Pablo Morillo ordenó que todos los materiales fueran remitidos a España, en donde se conservan en el más perfecto estado.
El profesor Luis Lopez de Mesa califica a Mutis como al primer procer de la Independencia colombiana y asegura que el virrey que lo trajo de España le prestó a la Patria un servicio más valioso que todas las cargas de oro que de aquí salieron en 200 años de vida colonial.
Don Camilo Torres y el Memorial de Agravios.
Don Camilo Torres, llamado el Verbo de la Revolucion, nació en Popayan en 1766. Estudió en el Seminario de su ciudad natal y se doctoró en Derecho en el Colegio del Rosario, en Bogotá. Figuró como el primer jurista de la Patria y como orador elocuentísimo. Tomó parte activa en los movimientos que desembocaron en la revolución del 20 de julio de 1810.
Cuando Napoleon se apoderó de España en 1808 se formó una Junta Suprema de Gobierno, defensora de los derechos de la Peninsula. Dicha Junta invitó a las Américas a enviar sus Diputados, pero con una diferencia tan grande como la que va de 9 a 36. Para protestar contra tamaña injusticia Torres escribió un documento que se conoce con el nombre de Memorial de Agravios. Este escrito es quizá el más importante y valiente de cuantos se redactaron en la época y su influencia fue tan grande que llegó a considerarse como “el evangelio de la revolución”. En verdad no llegó a manos del Rey, pero circuló a escondidas entre los patriotas y avivó en sus pechos la llama de la libertad.
En forma muy franca el Memorial de Agravios analiza las injusticias de España, la arbitrariedad de sus gobernantes, la inexplicable diferencia entre españoles y americanos y termina diciendo que si no se aplica el santo derecho de la igualdad, vendrá como consecuencia una separación externa.
CAUSAS EXTERNAS
La Independencia de los Estados Unidos
Por razones economicas semejantes a las que movieron a los Comuneros, las colonias de Inglaterra en America se levantaron en armas. El 4 de julio de 1766 se declaró la independencia absoluta. La lucha fue muy desigual, pero al fin triunfó la causa de los Estados Unidos. Más pesaban, sin duda, dice Torres en el Memorial de Agravios, siete millones que constituían la Inglaterra europea que tres penas que formaban la Inglaterra Americana; y con todo, la justicia cargada de su parte inclinó la balanza.
La independencia de los Estados Unidos repercutió notablemente en nuestra Patria. Fue un ejemplo fácil de seguir, si se piensa en la rapidez con que aquí se propagaron las ideas revolucionarias y en el interés que tomaron los patriotas por alcanzar los mismos ideales. Desde que se independizaron los Estados Unidos, escribía don Manuel del Socorro Rodriguez, estos pueblos han tomado un aspecto distinto, tratando de imitarlos. Y el Libertador Bolivar decía: Los Estados Unidos, hijos de Inglaterra, fueron los primeros que nos enseñaron el sendero e la independencia.
La Revolucion Francesa
Hacia fines del siglo XVIII existía en Francia un régimen monarquico absolutista, despótico, abusivo. Hasta el extremo de que uno de sus reyes, Luis XIV, se atrevía a decir: “El Estado soy yo”. Y Luis XV, descaradamente, afirmaba: “Después de mí que venga el diluvio”. La monarquia inspiró profundo odio y la reacción del pueblo, orientado por notables hombres de pensamiento, no se hizo esperar. El gran movimiento conocido con el nombre de la Revolucion Francesa triunfó en el año de 1789.
De la Revolucion Francesa nació una transformación política, social y económica, que repercutió en todo el mundo. Una Asamblea integrada por el clero, la nobleza y el pueblo, proclamó la declaración de Los Derechos del Hombre. No es necesario insistir en el modo como las ideas revolucionarias de Francia influyeron entre nuestros libertadores. Basta recordar la traducción y la divulgación de dichos Derechos por don Antonio Nariño. El efecto de la publicación del Precursor, dice un historiador, “fue como la dinamita de aquella epoca. Además de Nariño, estudiaron con entusiasmo esas ideas don Francisco de Miranda el Libertador Bolivar, don Camilo Torres, entre los principales.
Situacion de España en 1808.
La decadencia de la Madre Patria en 1808 era lamentable. Gobernaban Carlos IV, un rey decrépito y débil y Maria Luisa, una reina caprichosa y coqueta. Imponían su voluntad los preferidos de la Corte, especialmente el ministro Manuel Godoy. La oposición pidió que el rey abdicase, es decir entregas el mando a su hijo Fernando, el futuro Fernando VII y así se logró. Esto fue motivo de las más agrias disputas entre la familia real. En tal momento de la historia Napoleon Bonaparte, el Emperador de los franceses, se encontraba en la cumbre de su prestigio y de sus ambiciones y puso los ojos en España. Maliciosamente, fingiendo imponer la paz en la familia real. Citó a sus miembros a una reunión en la ciudad francesa de Bayona. Todos cayeron en la trampa. Carlos IV, en presencia del Emperador, le exigió a Fernando que le devolviese la corona. Le dijo que era una rebelde y un mal hijo que hasta había intentado asesinarlo. Fernando devolvió el mando a su padre y éste lo cedió “a su Majestad el Emperador Napoleon, con todos sus derechos al trono de España y de las Indias”. A su vez, Napoleon lo entregó a su hermano Jose Bonaparte.
Fue entonces cuando se constituyó la Junta a que nos hemos referido, al hablar del Memorial de Agravios. El pueblo español, que amaba a Fernando, se dispuso a derramar su sangre por él. A los gritos de “Viva Fernando VII y muera Napoleon con todos los franceses”, se lanzó a la lucha y logró que el monarca español fuese devuelto al trono, cinco años más tarde.
Ante tanta bajeza de la corona de España y en el peligro de que la Nueva Granada sucumbiese al poder de Napoleon, la opinión pública se pronunció a favor de la independencia. Sin la intervención de Bonaparte en los asuntos de España, dice un escritor, América habría tardado muchos años en declararse independiente. El miedo de caer en sus manos produjo la creación de juntas, de las cuales, con el correr de los días, nació la independencia de toda la América hispana.
Principios generales de los Derechos el Hombre.
Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales no pueden fundarse sino sobre la utilidad común.
El objeto de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales del hombre que son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
El principio de la soberania reside esencialmente en la nación. Ningún cuerpo, ningún individuo puede ejercer autoridad que no provenga de ella. La libertad consiste en poder hacer todo lo que no dañe a otro.
La ley no puede prohibir sino las acciones dañosas a la sociedad.
La ley es la expresión de la voluntad general. Debe ser la misma para todos, sea que proteja o que castigue.
Ningún hombre puede ser acusado, detenido ni arrestado, sino en los casos determinados por la ley. Todo ciudadano llamado o cogido en virtud de la ley debe obedecer al instante.
La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; todo ciudadano, en consecuencia, puede hablar, escribir, imprimir libremente, debiendo sí responder de los abusos de esta libertad en los casos determinados por la ley.
La garantia de los derechos del hombre y del ciudadano necesita una fuerza publica y para mantenerla es indispensable una contribución común.
La sociedad tiene derecho de pedir cuenta de su administración a todo servidor público.
Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, ninguno puede ser privado de ella, sino en cuanto la necesidad pública lo exija, y bajo la condición de una previa y justa indemnización.
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